miércoles, 22 de abril de 2020

Deuda pública y free riders vendedores de fantasías


Introducción. ¿Existe el interés público?

Según uno de los máximos exponentes de la teoría de la elección pública:

"No existe ningún concepto mensurable de interés público, porque ¿cómo se sopesan los diferentes intereses de diferentes grupos y lo que puede obtener cada uno?, el interés público tal y como lo concibe un político no existe, es lo que él piensa que es bueno para el país, y plantearlo así es una cosa, pero esa hipocresía de llamar a algo "el interés público" como si existiera eso, era lo que yo intentaba destruir" (James Buchanan)

Los intereses personales también se rigen por el egoísmo dentro de la esfera pública, en contraste con la idea de Estado benevolente, omnisciente y omnipresente, que figuran como supuestos teóricos en una parte de la literatura económica.

Buchanan y la deuda pública

Argentina vuelve a incurrir en default a muy pocos años de retornar a los mercados de crédito.

Una carencia que tiene el país es de principios públicos en la misma sociedad, tanto de deuda, de gasto y de ilusión fiscal.

Buchanan, publicó en 1958 sus "principios públicos de deuda pública, una defensa y reformulación":

(1). La creación de deuda pública implica transferencia de la carga real tributaria para las generaciones futuras. No podemos hipotecar el futuro. (2). La analogía entre la deuda individual o privada y la deuda pública es errónea. Y la deuda pública no transfiere recursos hacia la sociedad, sino dentro de la misma sociedad, con excepción de la deuda externa. (3). Existe una distinción clara e importante entre deuda pública interna y deuda pública externa.

Con relación a (3), Buchanan estipula que la regla del equilibrio presupuestario debe ser reemplazado por uno que dice: Los impuestos más la deuda interna deben ser iguales a los gastos públicos". La deuda interna no implica en el pago de intereses una transferencia externa, y las erogaciones locales no merman el flujo de renta local.

En cambio, la deuda externa implica erogaciones hacia afuera del flujo de renta.

Esto no significa creer que los impuestos y la deuda tiene similares efectos, cuestión que nuestro economista criticaba.
Geoffrey Brennan y James M. Buchanan, en "la lógica del teorema de equivalencia ricardiana" (1980), si bien demuestra que la equivalencia ricardiana es insostenible (salvo con impuestos de tipo lump-sum o suma global al estilo Margaret Thatcher), pues la deuda y los impuestos no poseen el mismo efecto ingreso y sustitución. "La emisión de deuda tenderá a desalentar los ahorros y la acumulación de capital, en relación, a lo que se generaría bajo la financiación fiscal del mismo gasto público".

Además, la equivalencia ricardiana es insostenible porque si la deuda y los impuestos fueran equivalentes en sus efectos, las medidas de control del déficit fiscal no tendrían efectos macroeconómicos.

Pero la deuda pública es un impuesto sobre ingresos futuros, con el agravante que a diferencia de los supuestos que utiliza el premio nobel, la tasa de interés no es constante, y se agrava con las crisis de deuda y volatilidad macroeconómica, que hacen caer el ingreso presente y futuro.

En Argentina no se espera que mayores impuestos hoy constituyan menores impuestos mañana. Pues impuestos que se introducen como transitorios jamás se quitan.

De manera que la conducta "racional" que "minimiza las obligaciones tributarias entre períodos" en Argentina no existe.  No tendría sentido posponer consumo (ahorrar) esperando impuestos menores mañana.

Mayores impuestos hoy no mejoran el ahorro que los individuos modifican debido a cambios impositivos posponiendo su consumo presente.

La crisis de deuda afecta la acumulación de capital no solo por la crisis y caída de ingresos, sino porque la caída de la tasa de ahorro se reduce aún más por un cambio en las preferencias: ahorrar en Argentina no es negocio.

Y ello se convalida aún más con las exacciones en términos reales e impositivas sobre el ahorrista en un esquema de represión financiera que logra su efecto negativo (disminuir el ahorro) pero no logra durante la crisis su efecto positivo (canalizar el ahorro hacia la inversión).

Por otra parte, la ilusión fiscal, en Argentina existe. Cuando se cambian impuestos presentes (ya elevados) por deuda pública, la sociedad percibe que los impuestos serán menores y no ahorran para pagar la deuda.

Si ello ocurre, la acumulación de capital disminuye porque los individuos subestiman el peso de la deuda de mañana, ahorrando menos hoy.

Esto podríamos verlo en términos del impuesto a la riqueza extraordinario. Menores tasas impositivas en bienes personales, para fomentar ayer el blanqueo de capitales, no implicaron mayores ingresos hoy para esos contribuyentes, sino un impuesto extraordinario.

Esto nos lleva a leer a James Buchanan y Geoffrey Brennan en su "la razón de las reglas, economía política constitucional" (1985).

Los individuos podrían preferir pagar la deuda si asumieran que ello, dadas las garantías constitucionales, les permitiera pagar menos impuestos mañana. Pero dado que tales garantías no existen, la preferencia podría ser bien no pagar hoy.

La "trampa de la deuda", nace en el ámbito de la política, en que los beneficios para los políticos free-riders de corto plazo, de tomar deuda, son mucho mayores que los costos políticos de la prudencia fiscal. No es racional que el votante opte por la prudencia fiscal, más aún porque no existen garantías o reglas que eleven su ahorro por sacrificar su consumo hoy.

Con lo cual, existe una tendencia a sobre-dimensionar la deuda, a que los votantes con ilusión fiscal mediante, apoyen expansiones del gasto y toma de deuda, y a que los políticos sean más irresponsables aún, siempre guiados por intereses personales de carrera política, y amparados por lo que la literatura de Public Choice (elección pública) llama "la racionalidad de la ignorancia".

En "Costo y elección: una investigación en teoría económica", el nobel agrega que: "el patrón institucional de recompensas y castigos puede ser modificado para garantizar que, independientemente de las elecciones que se realicen [por parte de los políticos], se tendrá algún incentivo personal [Político] para actuar de acuerdo con criterios "sociales" de la maximización de beneficios". 

¿Cuáles serían en Argentina esos beneficios a maximizar?

Un free rider es aquel que no implementa las reformas necesarias, y juega a que la crisis de gasto público le explote al burócrata del turno siguiente.

Gasto público argentino en dólares entre 2004 y 2019
Fuente: elaboración pública en base a Hacienda y DNAP 

             

Las emisiones de deuda sirven para financiar el gasto público, rebajar impuestos y deflacionar. Sin embargo, la carrera política de los burócratas argentinos consiste en el incremento permanente en el gasto público, en los niveles de inflación, y de paso, bonus track: en subir impuestos!!

Y así como Keneth Rogoff en su “Esta vez es distinto, ocho siglos de necedad financiera (2011), postula que la productividad de largo plazo depende de la inversión pública de largo plazo, en Argentina se prioriza el gasto corriente, de baja productividad, y magra acumulación de capital.

Además, la crisis no se debe, quizá, a una sobre expansión de la deuda, que medida en dólares con base 2004 se incrementa 66.9% para el año 2017, mientras que el gasto público consolidado se incrementa un 506,2% alcanzando su máximo pico.

Quizá la crisis se deba a una imposibilidad de acceder a deuda adicional para financiar dicha expansión, y quizá, la caída en el gasto público medido en dólares haya caído debido a esa imposibilidad, a través de su licuación que las devaluaciones producen.


Federalismo Fiscal

Para quebrar esta tendencia, se requiere una reforma en las normas, reglas, o sistema fiscal, que implique un acercamiento entre lo que se percibe como beneficios (el gasto público), y lo que representa los costos generados por las emisiones de deuda, la tasa inflacionaria producida por los desequilibrios financieros de la Nación con base en las crisis de finanzas públicas.

El federalismo fiscal disminuye costos de acceso a la información y de monitoreo sobre los gobernantes, descentraliza el gasto público, y acota la brecha entre la carga real impositiva y la percibida, bajo el lente de ilusión fiscal por la población. 

Crear sistemas fiscales independientes con provincias responsables que deban cumplir metas de presupuesto y de déficits es conveniente.

Además, Argentina posee un elevadísimo subdesarrollo financiero, y la tasa de interés se torna excesivamente alta debido a que el mercado financiero local es pequeño. Los burócratas necesitan elevar la tasa de interés demasiado para tener control sobre la liquidez del sistema por la vía del mercado financiero, pues controlar la liquidez por la vía tributaria es políticamente más costoso a corto plazo.

Con una demanda de dinero que oscila en el 10% en porcentaje del PBI, las monetizaciones permanentes de los déficits producen riesgo de inflación alta.

El camino quizá sea el desarrollo financiero, la reforma del Estado e impositiva, y un esquema de federalismo fiscal.

Mención al pasar, basta recordar que Hong Kong, la 4ta plaza financiera del mundo, posee un sistema bancario que no le presta al gobierno, y una autoridad monetaria que no transfiere al tesoro. Quizá sea hora de pensar en el sector privado y direccionar los recursos crediticios que se transfieren al sector público, hacia el sector privado. 

Ello necesita una reforma de la carta orgánica del BCRA, que evitaría a los free riders de turno hagan uso del gasto público corriente, cortoplacista y mayormente improductivo con mayor impuesto inflacionario. 

Por el contrario, mientras que a los burócratas del Estado les sea más conveniente pensar en términos de costos, y de corto plazo, y los votantes perciban más los beneficios del gasto público que los costos sociales de cada emisión de deuda en términos de exacciones fiscales futuras, el gasto y la deuda pública seguirá expandiéndose, y la trampa de la deuda seguirá coqueteando con la ilusión fiscal.

martes, 14 de abril de 2020

¿Cómo poner en cuarentena definitiva a la inflación?



¿Cuánto tiene de cierto que para eliminar el déficit fiscal financiero del Estado y reducir la tasa de inflación, basta con reducir el gasto público?

La evolución del gasto público se debe a las decisiones de política económica que apuntaron desde hace casi dos décadas a producir un cambio estructural en cuanto al tamaño del Estado en la economía.

Aquí los defensores del dinero pasivo, dinero endógeno, inside money o dinero interno, con semejante cambio estructural en términos de cambio en el tamaño del Estado, “hacen agua”. Pero la teoría económica “no se mancha”.

Pero, ¿qué genera, en verdad, el déficit fiscal en Argentina?

Se sabe que el gasto público se decide mientras que la recaudación se proyecta y se estima, pero no se puede decidir.

Deberá tenerse mucho cuidado, al observar datos, en pararse con posturas rígidas que asuman que “cuanto más cuervos negros se observan, ello prueba que todos los cuervos son negros”.

Los datos históricos

Gasto público argentino 1961-2004 de equilibrio fiscal
Fuente MECON. Elaboración propia.

Se suman el resultado financiero (déficit) y el gasto público para obtener lo que llamo: el gasto requerido de equilibrio fiscal.

Sin tener en cuenta los impactos macroeconómicos, crecimiento, precios internacionales, movimientos cambiarios, sequías o ciclos ganaderos, liquidez, entre otras variables financieras, asumo que el gasto requerido de equilibrio fiscal fue el necesario en cada momento del tiempo si las políticas previas no se hubieran modificado. Esto es, se avala la tesis simplificadora de qué si no se ajusta hoy, el ajuste de mañana es peor.
Si tomamos el período 1961-2003, previo al cambio estructural en cuanto a tamaño del Estado, para aislar esa variable, hay saltos en la serie en los cuales el gasto cae algunos puntos y la inflación se acelera, y con ello se incrementa notoriamente el déficit fiscal.

Para estos casos de crisis de deuda y/o inflacionaria, se suele decir que el ajuste no llegó a tiempo, o bien, que no fue suficiente. Esta afirmación en términos de coyuntura es incorrecta, aunque en términos estructurales y de competitividad sistémica, una reducción drástica del gasto público es hoy necesaria.

Veamos.

Para 1982, el gasto requerido de equilibrio fiscal fue del 9,3% del PIB, una cifra difícil para cualquier gobierno que herede 20,66% de gasto público y 11,36% de déficit fiscal.

Solo un país africano posee hoy ese nivel de gasto público. Tampoco países africanos poseen inflación por elevar el gasto encima de dicho promedio, incluso por encima del 18,75%, ni poseen esos niveles de déficit fiscal. Gran cantidad de países tuvieron y tienen hoy en día un gasto público por encima del 40% con estabilidad de precios. No resiste ni siquiera a que la paradoja de Hempel nos atrape porque “todos los cuervos no son negros”. La tasa inflacionaria no depende del tamaño del Estado o del gasto público. Aunque la competitividad, sí.
  
El promedio del gasto requerido en un contexto muy inflacionario, posterior al shock de 1975, fue del 15,93%. Caeteris paribus, una aceleración inflacionaria impone 3 puntos adicionales de ajuste sobre el gasto público, solo para retornar al nivel de desequilibrio previo a la aceleración inflacionaria.

Inflación y déficit fiscal: el problema de malinterpretar causalidades

Es el shock inflacionario quien genera el mayor déficit fiscal. Sin ir muy lejos, Brasil acabó de bajar su tasa de inflación hace un par de años, con un déficit fiscal que era 3 veces su tasa inflacionaria.

El déficit fiscal previo a cada hiperinflación en Argentina fue inferior al que padeció la economía argentina cuando la inflación estuvo en torno al 25% anual. Pero el déficit fiscal se agiganta con las hiperinflaciones y pasa del 6% al 11% y del 5% al 12% en cada hiperinflación.

Por otra parte, no son las oscilaciones en el gasto público las que generan el déficit fiscal.

La volatilidad del déficit fiscal es enorme mientras que la mayor cantidad de observaciones de gasto público se conservan entre el intervalo de 22-25% durante estos 43 años de estudio (1961-2003).

No es trivial que una variable sea tan volátil frente a otra relativamente estable. Pues allí actúan otras variables que determinan ese nivel de déficit fiscal.

  • El primero es, sin duda, la demanda de dinero. A medida que la inflación se acelera, a un nivel de gasto y de presión fiscal dados, el déficit fiscal se agiganta.

  • El segundo es, sin duda, un poder recaudatorio débil derivado del lobbista. Si no fuera débil, no se requerirían tantos tributos. Hay lobby de políticas selectivas y demandantes de mayor gasto público para sostener el mercado interno. En un país con más de 100 tributos, es inconcebible que se sostenga tal nivel de déficit público. Por su parte, generar un agujero fiscal para lograr la competitividad impositiva causa insolvencia del Estado en el mediano y en el largo plazo, y, dada la volatilidad cambiaria, muchísima inflación de corto plazo e incertidumbre macroeconómica.

  • Variables que se retroalimentan. A las oscilaciones en la demanda de dinero y la debilidad del sistema tributario se les puede culpar de la solvencia de largo plazo, pero a su vez son consecuencia de 3 factores bien definidos.

-Las inconsistencias monetarias y cambiarias que se retroalimentan. El sesgo expansivo a lo largo de la historia económica argentina, con una baja prioridad asignada a las instituciones como los mercados, el BCRA y la estabilidad-paridad cambiaria de la moneda nacional. A una moneda debería pedírsele, al menos, que no tenga tendencia recurrentemente alcista y volátil. Las tasas de interés en niveles jurásicos debidos a la tasa inflacionaria y la volatilidad cambiaria con tendencia siempre alcista retroalimentan las expansiones en la oferta monetaria.

En este sentido, y dado que la estabilidad de la moneda es un bien público, se debe consolidar un patrón estable que articule un mayor volumen de comercio exterior con estabilidad de precios. Y para hacernos competitivos en comercio exterior se debe mejorar la competitividad sistémica, esa que se da fuera de cada unidad económica o fábrica, que depende en parte del tamaño del Estado.

-Los conflictos políticos y pujas distributivas que configuraban políticas de shock, subsidios expansivos en demanda y consolidación de sectores rentísticos que disminuyen las tasas de inversión junto con una baja en la productividad de largo plazo necesaria para el repago de las deudas contraídas. En este sentido se convive con este tipo de prácticas, por el problema de la incompatibilidad de incentivos en la gestión de los bienes públicos: el Estado es tomado como “botín de guerra”.

-La preferencia por la indexación. Esto, que se sigue proponiendo como una manera de quitarle margen de maniobra a quien debe ejercer la política económica a fin de que “esté obligado a portarse bien”, está más que a la vista de todos que trae desastres económicos. No solo porque los gobiernos “no se portan bien”, sino porque en un contexto inflacionario, el costo de dicha regla disciplinante de comportamiento, se encarece y se paga con una tremenda historia de inflación en los ‘70 y ‘80. En su afán por convertir a la política monetaria como algo neutral, Milton Friedman pedía este tipo de estrategias que debieran ser desterradas del país.

-Intervenciones estatales que atrasan un país generan más inflación y pobreza. Intervenir comercios; imponer precios máximos para cuidar a los ciudadanos porque “el precio correcto es el que dispone un burócrata del Estado detrás de un escritorio”; clausurar comercios, negocios que no acatan los caprichos del señor burócrata; estatizar la salud, y toda política dirigente de los mercados, en un contexto de pánico económico como herramienta política fundamental para el cambio de organización económico social, es decir, de su “sovietización”.

Determinar cuáles sectores deben “permanecer en cuarentena”, otorgar subsidios de tasas en contexto de “raquítica” profundidad financiera y bajísimo ahorro nacional, congelar precios y salarios, pagar salarios privados desde el Estado, que en gran medida quedan atrapados en un gran mercado negro del 40%, incluyendo trabajadores del Estado monotributistas, mientras los hacedores de política económica señalan al mercado como generadores de empleo en negro.

Aplicar política económica de “Papá Noel” distribuyendo ingresos para 3,6 millones de personas con un país paralizado sin actividad económica.

Sostener un nivel de gasto público cercano del 50% del PIB que, para los fascinados por la política industrial, merece recordarse que a las MiPymes no les llega ni el 1% del PIB en transferencias estatales, sin contar todo lo que éstas pagan en presión tributaria.

Sería razonable a efectos de estimular la industria dar 1% si el gasto público fuese del, digamos, 25% PBI. Pero en estos niveles de extracción fiscal e instituciones extractivas, un casi 1%, más que un estímulo es un apósito que se da a las MiPymes mientras la política económica les hace “sangrar la yugular”.

Conclusiones

La “economía de Papá Noel” no es gratuita, y tener inconsistencias monetarias y cambiarias sin un horizonte nítido de largo plazo sacude la demanda de dinero y agrava las presiones inflacionarias.

Esto va en detrimento de los equilibrios fiscales y la solvencia en el sector público.

Los déficits fiscales deben mirarse como mera variable dependiente de las consistencias monetarias y cambiarias en la trayectoria de largo plazo, de la preferencia histórica por la indexación y de un sistema tributario tomado como “botín de guerra” por sectores lobistas que pujan por el poder y la redistribución del ingreso.

Finalmente, la magra volatilidad del gasto público en el corto plazo, torna falaz la interpretación de que el gasto público es “la” variable causal, y el fortalecimiento del Estado es fundamental para la defensa de los intereses de las mayorías.

Pero fortalecer el Estado no implica llevar su magnitud financiera a niveles del 50%, lo que constituye una mochila en dólares difícil de soportar para una magra competitividad sistémica, de la cual depende la volatilidad cambiaria.



El default de Guzmán complica al BCRA: el señoreaje trepa al 19,9% de la recaudación fiscal.



El señoreaje representa cuanto de la nueva emisión monetaria adiciona recursos al Estado, derivados del poder monopólico para emitir dinero, y es relevante porque define la tasa de inflación de largo plazo. Es decir, implica cuanto vamos a pagar mañana con inflación lo que el Estado necesita financiar hoy sin recurrir a la imposición.

En términos interanuales, el BCRA incrementó M1 (billetes en circulación) en más del 67%. Si a esto sumamos las cajas de ahorro privadas y públicas (M2), ese número se eleva al 70%.

Esto no es sorpresa pues el BCRA en sus “Lineamientos para una Política Monetaria en una Economía en Transición Macroeconómica” asumió lo siguiente.

  • Las expansiones monetarias dependen del ordenamiento para la deuda pública. hoy en default.
  • Existe una baja liquidez en la economía, sin tener en cuenta que ello se debe a una reducida demanda de dinero.
  • Es viable una expansión del volumen de crédito, sin tener en cuenta que esa expansión afecta la solvencia del sistema, más aún porque se realiza liberando los encajes bancarios para nuevas líneas de préstamos, y porque prepara el terreno para una aceleración inflacionaria.

Por su parte, el gasto público acumulado enero-marzo se incrementó en 51% en términos interanuales, es decir, contra igual período de 2019. Y la evolución de la recaudación fiscal en un contexto de caída en la actividad (el EMAE de enero fue -1,8%), no compensa el crecimiento en el gasto fiscal.

Por lo tanto, la política fiscal es netamente expansiva. Implica mayor gasto público y/o mayor deuda pública y/o mayor tasa de inflación.

La recaudación de marzo cae 16,1% respecto de la de enero, sin deflactarla por inflación. En términos reales, la caída es mayor. La actividad económica viene cayendo desde momentos previos a la decisión del Gobierno de imponer la cuarentena, y su caída será en los próximos meses muchísimo mayor si la inflación se acelera.

A los efectos de calcular el señoreaje mensual hasta marzo, y dado que el PIB se publica con frecuencia trimestral, se puede representar el señoreaje en términos de la recaudación fiscal total.

Señoreaje del BCRA
Señoreaje del BCRA



Mientras la economía necesita bajar la tasa de inflación, el señoreaje trepa nominalmente a niveles insostenibles en el mediano plazo en términos de los ingresos totales del fisco: 43,5%.

En términos reales, para el señoreaje neto de “impuesto inflacionario”, calculamos la pérdida por inflación del total de dinero que existe en la economía al inicio de 2020 y sumamos lo emitido deflactado por inflación.

La ganancia permite ver cuánto participa en poder adquisitivo del fisco la política monetaria: 19,9%.

Esto, que parece muchísimo, si fuera en términos anuales, solo corresponde a un trimestre.

Los datos son concluyentes: con una recaudación fiscal que depende de la actividad económica en caída, el incremento del señoreaje llega hasta niveles del 43,5%.

Mientras la recaudación fiscal, y la actividad económica, se encuentran totalmente estancados, el sistema financiero (BCRA + entidades financieras) explica 43,5% de los recursos totales del Estado y generan 19,9% de los ingresos del fisco en términos reales.

En el mediano y largo plazo, el señoreaje tiende al impuesto inflacionario (mal llamado impuesto porque no transfiere recursos exactamente desde el sector privado al sector público), y más aún en un contexto de estancamiento como el que observamos, en el que el exceso de liquidez no mueve el amperímetro de la recaudación fiscal, que apenas crece un 38,6%, ni puede ser absorbido por ésta cuando alcanza tal magnitud.

No existe posibilidad de que una política fiscal contractiva absorba dicha masa monetaria en estos niveles. Es por esto que debe actuar de inmediato el BCRA.

Una aceleración inflacionaria en este contexto no encontraría un ancla, ni de expectativas, ni cambiaria, ni fiscal. Obligaría a "el juego peligroso del BCRA".

La baja en la tasa de interés de corto plazo, en un contexto de economía cerrada al ingreso de capitales y con un alto grado de incertidumbre y demanda precautoria de dinero, no mejora el volumen de inversión, que depende de la tasa de interés de largo plazo, a su vez dependiente de la baja en la tasa de inflación: dos variables que empeoran con estos niveles de señoreaje.

Sin apertura de la cuenta capital, la política monetaria expansiva a estos niveles es una presión alcista en el mercado cambiario, hoy hiperregulado, estrangulado por normativas, pero que de todas maneras no impiden que suba el tipo de cambio formal y el del mercado paralelo. Hacer política monetaria expansiva sin crédito externo, ni ahorro interno, es suicida.

Lo bueno de la política monetaria expansiva por sobre la fiscal expansiva es que sin demanda de consumo, una parte del crédito queda atascado como encajes en los bancos. Se busca mermar la deuda pública constituida en letras y trasvasadas a dinero como reservas en el BCRA. El riesgo de ello es una crisis inflacionaria.

Por su parte, la decisión de default por parte del ministro de Economía, Martín Guzmán, impulsa un avance para los próximos meses mayor en el señoreaje primario (BCRA). Por lo tanto, la excesiva liquidez se puede ver incrementada para los próximos meses tanto por errores no forzados (liquidez previa al default) como por errores forzados (producto del default si es que tomamos a este como inevitable).

¿Hay salida?

Como todo problema económico, la salida existe con esfuerzo, con una paulatina salida de la cuarentena que permita trabajar y producir, que es lo que genera el valor.

Es interesante notar como los partidarios de la teoría del valor trabajo buscan generar valor sin ningún esfuerzo, haciendo uso del mero señoreaje.

Mientras tanto, los préstamos en dólares al sector privado caen 43% por temor a la incertidumbre que la volatilidad cambiaria esperada impregne en el mercado crediticio y los depósitos en dólares se derrumban 41% por temor a una confiscación o un retiro masivo de los depósitos, en un contexto de crisis inflacionaria, default de una parte de la deuda pública y liberación de encajes en parte para préstamos a pymes, como si inyectando liquidez con tasas subsidiadas se pudiera impedir un corte en el flujo de la renta, en una economía que no produce.

Mientras la inflación interanual trepó en febrero a 50,3% (Indec), el BCRA debe actuar de inmediato y con responsabilidad para frenar la inflación, cosa que aún está a tiempo de hacer. Sino la aceleración de la tasa inflacionaria a niveles mayores será imparable.

lunes, 18 de junio de 2018

Las expectativas de devaluación no cesan devaluando


En una construcción minuciosa desde el momento previo a la ruptura de la convertibilidad y el presente, comparto a continuación la evolución de la tasa de devaluación promedio en Argentina.

La misma se construye siempre comparando contra el año base pero tomando la evolución diaria del dolar durante todo este período.

De esta manera se evita incurrir en errores significativos que se cometen cuando se comparan valores extremos, pues se afecta el análisis de la evolución a lo largo del período.

Para el caso argentino, la devaluación promedio es creciente y se profundiza esta dinámica luego de que el valor de la cotización de la divisa implica una apreciación real del tipo de cambio.

Esto se da justo en el tramo cercano a la crisis internacional, la crisis política y de competitividad del agro, la crisis fiscal por cierre de mercados externos junto con la expansión del gasto interno, la crisis del INDEC, la crisis monetaria, la crisis por cierre de mercados financieros internacionales para nuestra colocación de deuda soberana, y tantas otras variables que podríamos especificar en nuestro modelo de análisis económico como relevante.

Pero lo importante a los efectos de esta nota, es que devaluar, y elevar la trayectoria de tasa de devaluación promedio histórica, no disminuye las expectativas de devaluación, ni las devaluaciones futuras.

Lo que si disminuye es el grado de apalancamiento si consideramos que  como tal el total de activos que respalda a los pasivos financieros.

Pero para el caso que devaluar generase una mejor solvencia financiera, con expectativas de devaluación crecientes, el BCRA podría calmar dichas expectativas dada su mejor posición financiera.

Esto no ocurrió en Argentina. Y no ocurrió simplemente porque llegado el momento de la devaluación, la misma no compensaba los desequilibrios, los cuales se tornaban permanentes.

Con desequilibrios permanentes y devaluaciones permanentes las expectativas de devaluación crecientes erosionan la ganancia o mejora en la posición financiera neta del BCRA que se vió también erosionada a lo largo de estos años, y que aún al día de hoy hace temblar a toda la economía.

Es por eso, que las devaluaciones que hoy vivimos son mas de lo mismo. No solucionarán las macrofinanzas.

Solo comprendiendo el problema de fondo (insolvencia e inestabilidad financiera permanente) se podrá dar una solución a este tema tan importante.




Las devaluaciones promedio en argentina
Fuente: BCRA

sábado, 7 de abril de 2018

El movimiento fatal y las crisis unívocamente explicadas

Resultado de imagen para andrew soltis



Según el gran Andrew Soltis en su "el arte en la defensa de ajedrez", las partidas no se pierden por un error.
La mayor parte de las partidas no se ganan: se pierden. Y el problema no es el ataque sino la defensa, quizá generada poralgún ataque descuidado, o simplemente por una mala defensa.
Pero la debilidad siempre es una sucesión de varios errores (mas pequeños o mas grandes) y nunca debido a un solo error.
En economía pienso que es igual. O muy similar. No existen en general errores que tomados de a uno lleven a una crisis. O el movimiento de una variable que lleve a la catástrofe económica.
Lo que si existe es una sucesión de errores y de políticas estratégicamente distribuidas (y equivocadas) en el tiempo y el espacio.
No tenemos una inflación permanente y una economía poco competitiva porque eleven las tarifas desmedidamente.

Ni tampoco sufrimos catástrofes por la política monetaria (al menos no en períodos cortos), o por las elevadas tasas de interés cuya usura va en detrimento del capital y ahorro real.

Tampoco se debe entera la trayectoria de nuestro ingreso nacional al crédito otorgado en sectores de capital no reproductivo. Aportan su parte quizá.

La omisión de sectores agrícolas postergados que hacen a la canasta básica hoy muy descuidada para sostener una competitividad en dólares del salario, juegan su parte, en el mediano y largo plazo.

La sucesión de concentraciones de mercado y la falta de respeto a los pequeños comerciantes asfixiados por regulaciones que les impiden comerciar, como la derogación de leyes en favor del consumidor, constituyen nuestro principal problema.
Ni tampoco nuestros problemas se deben a la eliminación de retenciones, o a la concentración de la tierra en manos extranjeras y el saqueo del agua y el medio ambiente.
Ni nuestros males se deben a la devaluación de la moneda en mas de un 100%, tampoco por la acumulación de un stock de deuda interno sin su correlato en bienes y en productividad.
Tampoco nuestra falta de competitividad se debe a la falta de infraestructura mientras se gasta en proyectos que poco aportan como placitas, ministerios redundantes o sobresueldos estatales.
Tampoco la competitividad baja porque se deje caer productores locales dando lugar al capital extranjero. No son los consultores locales destruidos por enormes consultoras con gran capital que contratan a miles de profesionales por dos mangos y mantienen información privilegiada por su contacto con funcionarios del gobierno.
Sería tonto pensar que la regulación financiera es mala y que por eso no hay competitividad en costos financieros. O que el mercado de capitales es la madre de todos los problemas de falta de financiamiento.
Quizá estemos muy obsesionados con la rentabilidad que no dejamos que nadie gane dinero, aunque mucha gente que critica a este país hizo su dinero aquí, si, en Argentina, y luego lo tilda de país de mierda o inviable cuando se la lleva al exterior.
Quien podría pensar que endeudar a las familias con créditos a 30 años es una mala idea y que solo por ello tenemos menos emprendedores que los posibles a tener con un esquema de créditos para proyectos de inversión y comercio.
Tampoco la logística es cara porque la nafta tenga un 50% de impuestos. Ni los alimentos llegan a las góndolas de los supermercados por los excesivos peajes y combustibles que paga la cadena de distribución.
La geografía? podría pensarse que es la madre de todos los problemas. Estamos muy lejos como para ahorrar tanto y los alimentos viajan mucho todo el tiempo.
Como podría echarsele la culpa a la falta de capacitación a nuestra competitividad. Después de todo en Asia no son todos científicos pero exportan muchísimo.
Debe existir otra causa, alguna que sea clave, como los tratados de comercio, las alianzas con otros países y las condiciones de esas negociaciones y acuerdos. Quizá las tasas que negociamos para nuestros créditos.
Pero no podría ser todo. Debería haber algo mas importante como la estabilidad política, el nivel intelectual de los integrantes de nuestra parlamento, sus ideas y hasta sus convicciones. O quizá las del pueblo.
Quizá a determinados actores. Personalizar nuestro fracaso?. Hay fracaso? se debe a 1946, 1955, 1976? 1991? 2002? 2015?
Aún así todo esto no podría ser mas importante que el desarrollo de la tecnología, aunque no se si el problema sea que hay pocos científicos, después de todo con menos de 10-20 científicos EEUU pudo desarrollar sus ferrocarriles, su luz eléctrica y su combustible, además de su industria automotriz en sus inicios. Por qué echarle la culpa a esto si podríamos echarsela a la suerte: ¿Qué pasaría si tuviéramos mas suerte y subieran los precios internacionales de la soja a 2000 dólares?.
Quizá no nos alcanzaría, porque la clave es la disciplina social, la cultura, la integridad y los valores sociales. Aunque no estaría dispuesto a decir que los africanos son menos íntegros que los ingleses, así que quizá con valores solamente no alcance.
Me inclino mas por pensar que la corrupción es el mal de males, y la transparencia de las instituciones. Pero con instituciones solas y presidentes honestos no nos fue suficiente. 
Debe haber algo mas.
Ah si. Como no se me ocurrió antes: era el déficit fiscal.
Este Andrew es muy bueno al ajedrez pero deberé descartar sus consejos como aplicación al desarrollo económico...
Sí, existen causas fatales!!!