Introducción.
¿Existe el interés público?
Según uno
de los máximos exponentes de la teoría de la elección pública:
"No
existe ningún concepto mensurable de interés público, porque ¿cómo se sopesan
los diferentes intereses de diferentes grupos y lo que puede obtener cada uno?,
el interés público tal y como lo concibe un político no existe, es lo que él
piensa que es bueno para el país, y plantearlo así es una cosa, pero esa
hipocresía de llamar a algo "el interés público" como si existiera
eso, era lo que yo intentaba destruir" (James Buchanan)
Los
intereses personales también se rigen por el egoísmo dentro de la esfera
pública, en contraste con la idea de Estado benevolente, omnisciente y
omnipresente, que figuran como supuestos teóricos en una parte de la literatura
económica.
Buchanan y la deuda pública
Argentina
vuelve a incurrir en default a muy pocos años de retornar a los
mercados de crédito.
Una carencia que tiene el país es de principios públicos en
la misma sociedad, tanto de deuda, de gasto y de ilusión fiscal.
Buchanan,
publicó en 1958 sus "principios públicos de deuda pública, una
defensa y reformulación":
(1). La
creación de deuda pública implica transferencia de la carga real tributaria
para las generaciones futuras. No podemos hipotecar el futuro. (2). La analogía
entre la deuda individual o privada y la deuda pública es errónea. Y la deuda
pública no transfiere recursos hacia la sociedad, sino dentro de la misma
sociedad, con excepción de la deuda externa. (3). Existe una distinción clara e
importante entre deuda pública interna y deuda pública externa.
Con
relación a (3), Buchanan estipula que la regla del equilibrio presupuestario
debe ser reemplazado por uno que dice: Los impuestos más la deuda interna deben
ser iguales a los gastos públicos". La deuda interna no implica en el pago
de intereses una transferencia externa, y las erogaciones locales no merman el
flujo de renta local.
En
cambio, la deuda externa implica erogaciones hacia afuera del flujo de renta.
Esto no
significa creer que los impuestos y la deuda tiene similares efectos, cuestión
que nuestro economista criticaba.
Geoffrey Brennan y James M. Buchanan, en "la lógica
del teorema de equivalencia ricardiana" (1980), si bien demuestra
que la equivalencia ricardiana es insostenible (salvo con impuestos de
tipo lump-sum o suma global al estilo Margaret Thatcher), pues la
deuda y los impuestos no poseen el mismo efecto ingreso y sustitución. "La
emisión de deuda tenderá a desalentar los ahorros y la acumulación de capital,
en relación, a lo que se generaría bajo la financiación fiscal del mismo gasto
público".
Además,
la equivalencia ricardiana es insostenible porque si la deuda
y los impuestos fueran equivalentes en sus efectos, las medidas de control del
déficit fiscal no tendrían efectos macroeconómicos.
Pero la
deuda pública es un impuesto sobre ingresos futuros, con el agravante que a
diferencia de los supuestos que utiliza el premio nobel, la tasa de
interés no es constante, y se agrava con las crisis de deuda y volatilidad
macroeconómica, que hacen caer el ingreso presente y futuro.
En
Argentina no se espera que mayores impuestos hoy constituyan menores impuestos
mañana. Pues impuestos que se introducen como transitorios jamás se quitan.
De manera
que la conducta "racional" que "minimiza las obligaciones
tributarias entre períodos" en Argentina no existe. No tendría
sentido posponer consumo (ahorrar) esperando impuestos menores mañana.
Mayores
impuestos hoy no mejoran el ahorro que los individuos modifican debido a
cambios impositivos posponiendo su consumo presente.
La crisis
de deuda afecta la acumulación de capital no solo por la crisis y caída de
ingresos, sino porque la caída de la tasa de ahorro se reduce aún más por un
cambio en las preferencias: ahorrar en Argentina no es
negocio.
Y ello se
convalida aún más con las exacciones en términos reales e impositivas sobre el
ahorrista en un esquema de represión financiera que logra su
efecto negativo (disminuir el ahorro) pero no logra durante la crisis su efecto
positivo (canalizar el ahorro hacia la inversión).
Por otra
parte, la ilusión fiscal,
en Argentina existe. Cuando se cambian impuestos presentes (ya elevados) por
deuda pública, la sociedad percibe que los impuestos serán menores y no ahorran para pagar la deuda.
Si ello ocurre, la acumulación de capital disminuye porque los individuos subestiman el peso de la deuda de mañana, ahorrando menos hoy.
Si ello ocurre, la acumulación de capital disminuye porque los individuos subestiman el peso de la deuda de mañana, ahorrando menos hoy.
Esto
podríamos verlo en términos del impuesto a la riqueza extraordinario.
Menores tasas impositivas en bienes personales, para fomentar ayer el blanqueo
de capitales, no implicaron mayores ingresos hoy para esos contribuyentes, sino
un impuesto extraordinario.
Esto nos
lleva a leer a James Buchanan y Geoffrey Brennan en su "la
razón de las reglas, economía política constitucional" (1985).
Los
individuos podrían preferir pagar la deuda si asumieran que ello, dadas las
garantías constitucionales, les permitiera pagar menos impuestos mañana. Pero
dado que tales garantías no existen, la preferencia podría ser bien no pagar
hoy.
La
"trampa de la deuda", nace en el ámbito de la política, en que los
beneficios para los políticos free-riders de corto plazo, de tomar deuda, son
mucho mayores que los costos políticos de la prudencia fiscal. No es racional
que el votante opte por la prudencia fiscal, más aún porque no existen
garantías o reglas que eleven su ahorro por sacrificar su consumo hoy.
Con lo
cual, existe una tendencia a sobre-dimensionar la deuda, a que los
votantes con ilusión fiscal mediante, apoyen expansiones del gasto y toma de
deuda, y a que los políticos sean más irresponsables aún, siempre guiados por
intereses personales de carrera política, y amparados por lo que la literatura
de Public Choice (elección pública) llama "la
racionalidad de la ignorancia".
En "Costo
y elección: una investigación en teoría económica", el nobel agrega
que: "el patrón institucional de recompensas y castigos puede
ser modificado para garantizar que, independientemente de las elecciones que se
realicen [por parte de los políticos], se tendrá algún incentivo personal [Político]
para actuar de acuerdo con criterios "sociales" de la maximización de
beneficios".
¿Cuáles
serían en Argentina esos beneficios a maximizar?
Un free
rider es aquel que no implementa las reformas necesarias, y juega a que la
crisis de gasto público le explote al burócrata del turno siguiente.
Fuente: elaboración pública en base a Hacienda y DNAP |
Las
emisiones de deuda sirven para financiar el gasto público, rebajar impuestos y
deflacionar. Sin embargo, la carrera política de los burócratas argentinos
consiste en el incremento permanente en el gasto público, en los niveles de inflación, y de
paso, bonus track: en subir impuestos!!
Y así
como Keneth Rogoff en su “Esta vez es distinto, ocho siglos de necedad
financiera (2011), postula que la productividad de largo plazo depende de la
inversión pública de largo plazo, en Argentina se prioriza el gasto corriente,
de baja productividad, y magra acumulación de capital.
Además,
la crisis no se debe, quizá, a una sobre expansión de la deuda, que medida en
dólares con base 2004 se incrementa 66.9% para el año 2017, mientras que el
gasto público consolidado se incrementa un 506,2% alcanzando su máximo pico.
Quizá la
crisis se deba a una imposibilidad de acceder a deuda adicional para financiar
dicha expansión, y quizá, la caída en el gasto público medido en dólares haya
caído debido a esa imposibilidad, a través de su licuación que las
devaluaciones producen.
Federalismo
Fiscal
Para
quebrar esta tendencia, se requiere una reforma en las normas, reglas, o
sistema fiscal, que implique un acercamiento entre lo que se percibe como
beneficios (el gasto público), y lo que representa los costos generados por las
emisiones de deuda, la tasa inflacionaria producida por los desequilibrios
financieros de la Nación con base en las crisis de finanzas públicas.
El
federalismo fiscal disminuye costos de acceso a la información y de monitoreo
sobre los gobernantes, descentraliza el gasto público, y acota la brecha entre
la carga real impositiva y la percibida, bajo el lente de ilusión fiscal por la
población.
Crear
sistemas fiscales independientes con provincias responsables que deban cumplir
metas de presupuesto y de déficits es conveniente.
Además, Argentina
posee un elevadísimo subdesarrollo financiero, y la tasa de interés se torna
excesivamente alta debido a que el mercado financiero local es pequeño. Los
burócratas necesitan elevar la tasa de interés demasiado para tener control
sobre la liquidez del sistema por la vía del mercado financiero, pues controlar
la liquidez por la vía tributaria es políticamente más costoso a corto plazo.
Con una
demanda de dinero que oscila en el 10% en porcentaje del PBI, las
monetizaciones permanentes de los déficits producen riesgo de inflación alta.
El camino
quizá sea el desarrollo financiero, la reforma del Estado e impositiva, y un
esquema de federalismo fiscal.
Mención
al pasar, basta recordar que Hong Kong, la 4ta plaza financiera del mundo,
posee un sistema bancario que no le presta al gobierno, y una autoridad
monetaria que no transfiere al tesoro. Quizá sea hora de pensar en el sector
privado y direccionar los recursos crediticios que se transfieren al sector
público, hacia el sector privado.
Ello
necesita una reforma de la carta orgánica del BCRA, que evitaría a los free
riders de turno hagan uso del gasto público corriente, cortoplacista y
mayormente improductivo con mayor impuesto inflacionario.
Por el contrario,
mientras que a los burócratas del Estado les sea más conveniente pensar en
términos de costos, y de corto plazo, y los votantes perciban más los
beneficios del gasto público que los costos sociales de cada emisión de deuda
en términos de exacciones fiscales futuras, el gasto y la deuda pública seguirá
expandiéndose, y la trampa de la deuda seguirá coqueteando con la ilusión
fiscal.