domingo, 21 de enero de 2018

Decisiones de política económica que definen hábitos y prosperidad




Lo que hace mas rico a los países son sus ideas. Las ideas promueven el desarrollo. La capacidad innovativa o inventiva es importante, aunque debemos incorporar a ese concepto todo tipo de actividades que generen dinero.

No he escrito antes en estos términos. En general, en economía se piensa en términos de recursos o factores productivos, asignación y producción. Pero no es malo de vez en cuando pensar en términos estrictos de dinero.

Pensemos ahora el modelo argentino.

Los recursos como en muchos países son escasos, y las políticas económicas, y esto es lo más importante, no están orientadas en la generación de dinero por parte de las familias. En este punto quiero ser claro: no hablo de la rentabilidad de las firmas o empresas o de la cantidad de impuestos que se pagan tanto ellas como las familias. Y no es relevante a los efectos de esta nota pues mas dinero nos dan, peor estamos, y este es el punto a discutir.

El punto es: ¿qué enseñamos o inducimos a que nuestra sociedad haga o realice?

Y en este sentido hay un foco puesto en la asignación: nos enfocamos a que cada uno tenga su ingreso para que pueda comer y que cada uno tenga su casa donde vivir.

Bien ¿debería ser esto así? ¿de qué manera se logra?

Pensemos en la Argentina de 1974: un 50% de su producto nacional era industrial.

En 2002 esa cifra era solo una anécdota. Ni siquiera en la mejor macroeconomía por allá por los años 2006-2007 esa participación llegó nuevamente al 30%.

Durante los años 90´un boom de la construcción y del crédito hipotecario nos permitió elevar mas de 5 puntos sobre nuestro PBI dicho segmento, por debajo del 7% del PBI. Las consecuencias fueron desastrosas: gente endeudada en dólares, con un activo el cual no podrían ni tendrían intención de vender, porque compraban como primer hogar, y sobre el cual no podían obtener ingresos mensuales.

Se iniciaba un proceso de endeudamiento a gran escala por parte de todos los sectores de la sociedad: el gobierno se sobre endeudaba para sostener niveles crecientes de consumo, las empresas tomaban deuda con descalces de moneda extranjera, y los bancos le prestaban al gobierno que no generaba ni genera al día de hoy divisas, sino que solo se dedicaba a pedírselas a los bancos. Por último, estos bancos emitían préstamos también a familias, las cuales cumplían el preciado sueño de tener su casa.

Cuando sobrevino la crisis muchas familias vieron sus casas ejecutadas. Otros incluso quedaron sin empleo y debieron rematar dicho activo a un precio desventajoso. Los bancos que se habían endeudado en dólares y le habían prestado al Estado  fueron rescatados, gracias a una mayor deuda tomada por el Estado a muy largo plazo que hasta el día de hoy recae sobre las familias.

La recesión fue enorme y derivó en una gigante depresión mayor al 11% del producto por empleado entre 1998-2002.

Pero todo esto no era necesario. No debía suceder de esta manera.

¿Un modelo diferente?

Cuando un gobierno elige su política económica, induce incentivos sobre toda la sociedad. Esto es así, sea por acción u omisión. Sea por intervenir mercados como por dejarlos libres. Sea por regular como por desregular. Sea porque corrija precios relativos moviendo el tipo de cambio como por dejarlo fijo o libre. Los gobiernos son ocupados por personas en general del sector privado, e inducen con sus acciones e ideas los destinos e incentivos, hábitos o costumbres de la sociedad.

Con la política crediticia esto se torna mucho mas poderoso pues inducen hábitos que cuestan décadas y trascienden las vidas de las familias durante varios gobiernos. Estamos hablando de lo que las familias tomarán como hábitos durante mas de 20 años.

Imaginen que tuvieran el poder de decidir sobre las vidas de las personas. Si bien es cierto que las personas eligen que crédito tomar, lo hacen sobre la base de incentivos, y dado que los recursos son escasos, los incentivos no pueden estar direccionados en todos los sentidos.

Imaginen una banca central y el rediseño crediticio. Podría bajar los impuestos de todo el sector financiero, podría subsidiar los créditos hipotecarios o podría eliminar impuestos a familias que deseen emprender. Podría otorgar créditos a muy largo plazo contra la compra de fondos de comercio o de proyectos novedosos, una drástica rebaja para capital de trabajo y activos de capital modernos, o simplemente financiar la compra de una casa, la cual el individuo promete pagar durante 20 años con su salario.

Noten que los créditos subsidiados en general se orientan para compras de un primer hogar, y no para la realización de negocios. Claro que nuestro primer hogar nos hace latir el corazón mientras que los negocios a veces pueden generar miedo debido al riesgo, y ello a veces genera la aversión al crédito por miedo a invertir inducido por la cultura y la política económica que eleva el costo de dichos créditos.

Piensen que el incentivo es inducido en todo momento desde arriba.

De hecho, a la hora de convencer a los ciudadanos con sus hermosas publicidades que muestra familias contentas en su nuevo hogar, nos hablan sobre las virtudes de la política crediticia y comparan flujos de gastos hoy versus flujos de gastos para quien compré la vivienda y tome el crédito. Lo que dicen es; "la cuota se asemeja al costo del alquiler".

La política no se orienta a brindar alternativas de inversión que permita generar, necesariamente, prosperidad e independencia económica. En lugar de comparar alternativas de rentas o inversiones nos comparan gastos.

Está claro que todas las propuestas no son similares. Para el caso en que el país promueva la generación de dinero y riqueza, el caso de los créditos hipotecarios es el menos aconsejable.

En la medida en que el gobierno requiere crecientemente deuda, y los bancos le prestan mas y mas en forma directa o a través del BCRA, llegado el momento, no sería bueno que ante la saturación de su capacidad de endeudamiento, las familias no tengan excedentes ni negocios rentables, ni las empresas se encuentren con hojas de balance prósperas.

En algún sentido, deberíamos reorientar los recursos para que llegado el momento exista algún tipo de escape.

Pero eso no parece estar en la agenda de la actual política económica.